Durante toda su vida John Lennon se interesó por el arte y sus distintas manifestaciones. El Beatle, admirado por millones y detestado por unos cuantos, siempre fue una mente creativa que compuso algunas de las mejores canciones de la historia, pero también actuó e incluso promovió obras experimentales como “El topo” de Alejandro Jodorowsky. Creer que fue un artista multidisciplinario es difícil para quienes creen que el creativo debe enfocarse en una sola cosa, pero si conoces el trabajo de Lennon, puedes identificar uno de sus dibujos sin problemas.
Trazos sencillos y sobrios acompañaron su estética y aunque sea recordado por ser parte de la banda más importante de la historia, no implica que su genio no derivara en distintas formas de expresión artística. Ese estigma, que el pintor se dedica a la pintura, el músico a la música y el escritor al alcohol no son más que formas de limitar la creatividad. Kandinski pintó pero también escribió, Woody Allen dirige pero también toca en una banda de jazz y Kurt Cobain, a pesar de que muchos creen que sólo fue músico, experimentó con la pintura, el dibujo y la fotografía.
Vocalista de Nirvana con un trágico final. Cobain hoy es un mito, una historia sobre la que se especula si fueron los medios de comunicación o su esposa quienes lo llevaron a la muerte; indagar en su vida es encontrar que siempre fue un personaje único, solitario, trastornado y a veces depresivo. Su madre dijo que si no hubiera sido por la música, Kurt Cobain posiblemente habría sido un prolífico artista plástico, incluso comentó que tal vez hubiera trabajado como animador para Disney.
Las pinturas de Cobain reflejan perfectamente el ethos de su música. Aunque Nirvana no era sólo él y la música de la banda es producto de muchas otras personas, la presencia de Cobain resalta. Lastimera, profunda, llena de dolor y una especie de nostalgia que extraña tiempos que nunca existieron. Además, Kurt Cobain impulsó un pesimismo anclado en el existencialismo; sabía que la vida es una sucesión de eventos sinsentido que terminan con la muerte y eso es justamente lo que sus piezas muestran.
Entre el expresionismo abstracto y figuras que podrían ser parte de un expresionismo alemán arcaico, las pinturas son violentas. Rojo y negro predominan, no reflejan la vida del rock, ni siquiera la esencia del grunge, van un paso más lejos. Extremidades largas, seres en los huesos cuyo rostro es difuso, ojos, boca y qué decir de los rasgos o la expresión.
Podemos ver el dolor, la frustración y desesperación del músico… sus obras sólo demuestran que sí era la voz de una generación. No son pinturas con gran maestría, pero sí encierran todo lo que sabemos de la generación X. Frustración por infancias que quedaron atrás hace mucho tiempo, la realización de que los padres no son lo que se esperaba y que el futuro en realidad no tiene nada bueno que ofrecer. El anhelo de esos jóvenes que vivían a finales del siglo XX, esperando que algo llegara, algo que cambiara ese hastío y pasividad en la que vivían pero no saber qué.
Parte de sus últimas pinturas y fotografías sirvieron para ilustrar demos y portadas de algunas obras de Nirvana, razón por la que esos fetos sin identidad resultan familiares. Incluso puede que haya alguna relación entre las figuras que obsesionaron a Kurt y la portada de “Nevermind”, un niño nadando desnudo en una alberca
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