La preparación eterna:
el oficio del actor de cine y teatro
Por Robert Prado
Ser actor no es simplemente pararse frente a una cámara o subir al escenario y recitar líneas con emoción. Detrás de cada interpretación memorable hay años de trabajo invisible, de formación constante, de introspección profunda. La carrera del actor es, en esencia, una escuela que nunca termina. Desde los primeros talleres hasta las tablas más prestigiosas o las grandes producciones cinematográficas, la preparación del actor es un proceso de transformación continua.
En el caso del teatro, el actor debe dominar la presencia escénica, la proyección de la voz, el control del cuerpo y una conexión auténtica con el aquí y ahora. El escenario no permite repeticiones ni ediciones: exige verdad en cada instante. Por eso, la formación teatral suele comenzar desde lo físico, con técnicas que van desde la biomecánica de Meyerhold hasta el entrenamiento vocal de Linklater. Cada escuela, cada método, aporta al actor herramientas para habitar personajes de forma integral.
En el cine, en cambio, la actuación se vuelve más íntima, más contenida. La cámara capta hasta el más mínimo parpadeo, por lo que el actor debe aprender a contener la emoción sin perder su fuerza. Aquí entran en juego técnicas como las del “método” de Lee Strasberg o el trabajo sensorial de Stella Adler. Pero también hay que desarrollar habilidades técnicas: entender los planos, los tiempos de rodaje, la relación con el equipo. El actor de cine no solo interpreta, también se adapta.
A lo largo de su carrera, un actor comprometido se vuelve una suerte de investigador del alma humana. Debe estudiar psicología, historia, filosofía, literatura… todo lo que nutra su capacidad de representar verdades humanas. No basta con “hacer de…”; hay que “ser”. Esa búsqueda implica formación constante: nuevos talleres, lecturas, práctica actoral, observación del entorno. Un buen actor jamás se da por terminado.
Lamentablemente, en muchos contextos —como ocurre en Bolivia— aún se subestima el oficio del actor. Se lo considera un hobby, una afición bohemia o una simple búsqueda de fama. Se olvida que detrás de una interpretación que conmueve hay años de esfuerzo, frustraciones, sacrificios y una preparación tan rigurosa como la de cualquier otro profesional. Ser actor es una forma de vida que exige disciplina, entrega emocional, y sobre todo, humildad para seguir aprendiendo.
El actor de teatro y el actor de cine tienen caminos distintos, pero comparten una raíz común: la pasión por contar historias. Y esa pasión solo se sostiene con una preparación constante. Porque en el fondo, actuar no es fingir. Actuar es descubrir, comprender y compartir la complejidad de lo humano.
Y eso, nunca termina.

No hay comentarios:
Publicar un comentario