lunes, 14 de julio de 2025

Actuar en Silencio

 Título: "Actuar en el Silencio: La Injusta Invisibilización del Talento Boliviano"

Por: Robert Prado


En Bolivia, ser actor o actriz no es sinónimo de glamour, estabilidad ni fama. Es, más bien, un acto de resistencia. En un país donde el arte se consume bastante pero rara vez se valora en su origen, los actores bolivianos enfrentan un panorama desolador: precariedad laboral, escasa visibilidad, y una sociedad que aún no reconoce la importancia cultural y emocional de su trabajo.


El arte escénico en Bolivia —ya sea en teatro, cine o televisión— ha sido históricamente marginado. A pesar de contar con profesionales talentosos, formados en instituciones serias dentro y fuera del país, el reconocimiento es casi inexistente. 

No existen suficientes políticas públicas de fomento a las artes, los fondos para producciones nacionales son limitados, y el trabajo actoral se considera un hobby o un "pasatiempo" antes que una profesión digna de respeto.


¿Cuántos bolivianos pueden nombrar a cinco actores nacionales contemporáneos? ¿Cuántos saben que detrás de una escena de dos minutos hay horas de ensayos, estudios, emociones trabajadas y entrega personal? Lo que para el público es entretenimiento, para los actores es una vocación que exige cuerpo, mente y espíritu. Y, sin embargo, se les paga tarde —cuando se les paga—, se les promete visibilidad y se les da anonimato, se les aplaude en funciones vacías.


Es cierto que Bolivia ha dado pasos importantes en el cine, con películas que han llegado a festivales internacionales. Pero incluso en esos momentos de gloria, rara vez se reconoce a los actores como parte esencial del éxito. El crédito va al guion, al director, a la historia. El rostro que emociona al espectador, la voz que da vida al drama, se queda en el olvido.


¿Y qué decir del teatro? Sobrevive con esfuerzo en salas autogestionadas, sin apoyo estatal verdadero ni plataformas de difusión. Los actores montan sus propias obras, venden sus propias entradas, arman escenografías, todo por el simple anhelo de seguir creando. Muchos terminan renunciando, no por falta de talento, sino por hambre, por frustración, por abandono.


La crítica va más allá del Estado. Es también una llamada de atención a la sociedad. Actualmente se valora más a un influencer extranjero que a un actor ó una actriz local. Llenamos salas de cine con películas de Hollywood mientras ignoramos producciones bolivianas. Nos reímos con comedias populares, pero no nos detenemos a pensar quién está detrás de ese humor, ni qué esfuerzo implica hacerlo bien.





Está desvaloración al trabajo del actor viene desde dentro de la misma comunidad artística donde directores de tetro y productores y directores de cine no pagan a sus actores por su trabajo, desprecian el tiempo, esfuerzo y dedicación de personas que han sido pieza clave dentro de la obra de tetro, cortometraje ó película de cine, el trabajo del actor y actriz es un trabajo que exige mucho esfuerzo y debe ser valorado.


Valorar a los actores no es solo pagarles lo justo. Es incluirlos en las conversaciones culturales, apoyar sus proyectos, enseñar en las escuelas quiénes son, ir a sus funciones, difundir su trabajo. Es entender que sin ellos no hay identidad, ni memoria, ni emoción colectiva. Que su arte también construye país.


En Bolivia los actores tienen que trabajar gratis en la gran mayoría de los casos, y eso es comprensible en un cortometraje que por lo general no se hace con fines comerciales, pero... si haces una obra de teatro ó una película de cine donde la entrada es pagada no se puede ser tan miserable de no pagar a los actores por su trabajo.


Mientras sigamos tratando a los actores bolivianos como prescindibles, seguiremos siendo un país que no se conoce a sí mismo, que no valora su propio reflejo en el escenario.

Y eso, talvez sea el drama más triste de todos.




No hay comentarios:

Publicar un comentario