Los mimos tuvieron gran importancia en la antigua Grecia y Roma, ya que todos los escritores narraban la historia (rapsoda) mientras que el actor (mimo) realizaba las acciones que la narración iba describiendo. Para aquel entonces la pantomima era muy lenta y pesaba, dependía del rapsoda, y usaban máscaras con diferentes expresiones, eso sí, limitadas a una emoción. En la época del imperio romano, el mimo dependía del gusto o las preferencias del emperador y la mordacidad de sus representaciones.
En la edad media, el mimo, al igual que otros géneros, deambuló por las calles y plazas de pueblos y ciudades. Durante el renacimiento surge en Italia la "Comedia del Arte", que se extenderá por toda Europa, haciéndose muy popular. Esta comedia, también conocida como comedia de la improvisación, se hizo muy popular al satirizar a los personajes más destacados de la época y sus costumbres. Entre los personajes que más se destacaron estuvieron Polichinela, Arlequín, Bufón, Pantalón, Colombina, y entre ellos se encontraba el mimo, quién gozo de gran popularidad. Desde ese entonces, el mimo gozó de mucha popularidad.
Años después, en el siglo XIX destacó en Francia, el mimo, Jean Gaspard Deboreau, quién se llevó todos los aplausos por ser el gran mimo de aquel entonces. Tan excelente fue su trabajo, que en su lapida reza el un epitafio que dice "El hombre que dijo toda la verdad sin decir ni una palabra".
Después en el siglo XX, surge el padre del mimo contemporáneo y uno de sus máximos exponentes Étienne Decroux (1898-1991) y junto a él dos de sus seguidores Jean-Louís Barrault y Marcel Marceau.
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